En los mundos de José Retik, ¿hay orden y progreso? ¿O hay caos y retroceso? Esas preguntas me asaltaban hace tiempo atrás cuando armaba una breve introducción a un fragmento de Cine líquido (2023) para la revista Bache. En el medio pasaron muchas cosas, incluso la publicación de El muñeco (2024), y la máquina retikular sigue en funcionamiento y como la razón tecnológica: produce monstruos.
En estos días sale Un mundo distinto, por editorial Nudista, y Retik generosamente me donó un fragmento de la novela que elegí por su humor anacrónico y por las resonancias y ecos que me hicieron rebotar entre Eduardo L. Holmberg y Arturo Cancela, entre Gabriel Báñez y Alberto Laiseca. Pero basta de namedropping, que Retik, al igual que sus ficciones autómatas, se basta a sí mismo.
Lean este fragmento del capítulo 2 "La patria higienizada" de Un mundo distinto, disfruten y si les gusta, asómense a la obra retikular del gran José Retik.
Un mundo distinto. Dos/ La patria higienizada (fragmento)
La historia, es sabido, se escribe con sangre. No obstante, hubo quienes prescindieron de la espada para reemplazarla por la psiquiatría. El doctor Rivarola sabía que eran necesarias arterias cerebrales limpias para que pudieran fluir los pensamientos vivificantes de la nación. Más aún, afirmaba que, para comprender el organismo político, había que conocer su neuroanatomía moral. Por supuesto que, en su anatomía comparada, el cerebro argentino era menos interesante que el europeo. Pero Rivarola no era envidioso. Y, en tren de ir un paso más allá, analizó exhaustivamente los sesos nacionales. En el primer volumen de su tratado sobre higiene mental de la patria, escribió: “Nuestro cerebro es igual al del resto de la humanidad; incluso al de los aborígenes y al de los gauchos. Presenta los mismos rasgos biológicos, las mismas estructuras anatómicas y las mismas funciones. Sin embargo, cierta relación con el ambiente puede ocasionar que se generen anomalías. A veces pensamos que somos nosotros quienes decidimos nuestro destino, desconociendo que ese destino está determinado por la anatomía neuronacional. Si el hombre europeo es culto y moderado, el de nuestro territorio es más bien instintivo, proclive al arrebato típico de los seres inferiores. Las normas sociales juegan un papel fundamental. Habremos de buscar en la anamnesis, en la fisiología del cerebro, en las costumbres y tradiciones jíbaras, nuestra decadencia mental como país. La salvaje oposición política quiere imponer su locura con propuestas absurdas e inviables, buscando naturalizar lo que es abominable. Europa nos mira y no pocas veces nos ha visto desvariar. Si seguimos el camino de las muchedumbres caeremos en las sombras”.
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Con el fin de nutrir su incipiente Instituto, Rivarola mantuvo encuentros con intelectuales, políticos, clérigos, filósofos y científicos. Todos debían aportar su granito de arena. Por primera vez en mucho tiempo reinaba la esperanza. El país se abría al progreso en un clima de fe profunda en el porvenir. Se pensaba que Europa miraba a la Argentina porque en Buenos Aires se gestaba el futuro. El entomólogo Eduardo Bernal auguró que la Argentina sería el modelo moral del mundo.
Estos exagerados entusiasmos se basaban principalmente en el incansable trabajo que La Mandioca llevaba adelante. Picana mediante, los opositores habían disminuido en número como palomas esterilizadas. Rivarola solía bromear con el acojonamiento, diciendo: “Pensar que ellos se hacían llamar La Nueva Corriente”.
Los diarios de la época no eran menos optimistas y pronosticaban que Argentina entraría en una nueva era. Al celebrarse el primer aniversario de la apertura del Instituto, el doctor Rivarola pronunció un acalorado discurso:
Soy el primero en reconocer el valor ético y moral de cada uno de ustedes. Sé muy bien que no siempre querer es poder; sin embargo, puedo asegurarles que dedico cada hora de mi vida al estudio atávico del pensamiento anómalo.
Es indudable que la mente de los opositores es producto de su locura moral y de la epilepsia. Esa anomalía neurorreflexiva los vuelve inmanejables. Como bien saben, el estado epiléptico obedece a una mala nutrición cerebral y a una perturbación del equilibrio funcional entre el hemisferio izquierdo y el derecho.
Algunos de nosotros decidimos abordar al opositor desde una perspectiva biológica. Así descubrimos en ellos la misma insensibilidad moral que presentan ciertos cuadros epilépticos. Si bien, antropológica y políticamente, el opositor es un salvaje, en términos psicológicos puede considerárselo un loco moral epilépticamente disruptivo.
Y no es casual que estos engendros respondan tan bien al tratamiento con picana. Las crisis convulsivas se desencadenan cuando las señales eléctricas del cerebro están desorganizadas.
Como bien advirtió el prestigioso Dr. Pritchard, el pensamiento anómalo conduce inevitablemente a la sedición del orden social mediante la agresión
gratuita, la piromanía y la destrucción en todas sus formas.
Por eso, además de epilépticos y opositores, estos alienados son, ante todo, delincuentes.
El Instituto que hoy inauguramos pondrá fin a este flagelo, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.
Los invito a pasar al salón principal para realizar un brindis de camaradería y degustar los canapés que los internos del Hospital Neuropsiquiátrico Alejandro Stivel prepararon especialmente para la ocasión.
***
—Es un gusto contar con su presencia, doctor Pritchard —dijo Rivarola extendiendo la mano.
—El gusto es mío, doctor Rivarola.
—Permítame presentarle al economista Ricardo Pérez Gabanna —añadió Rivarola señalando al hombre de bigote inglés.
—Encantado —murmuró Pérez Gabanna ajustándose el monóculo— No quiero pecar de inoportuno, pero… ¿qué opina de la rebelión de los pequeños arrendatarios rurales?
—Es un tema preocupante, doctor Pritchard —afirmó Pérez Gabanna acariciándose el bigote—, Santa Fe se está convirtiendo en un polvorín. Habría que aplicar de inmediato la Ley de Residencia y deportar a los extranjeros involucrados en la asonada. Los opositores aprovechan el malestar social para sembrar caos —aseguró Pérez Gabanna.
—¿Se han hecho exámenes de los cráneos de estos salvajes? —preguntó Pritchard con destellos en los ojos.
—Todavía no. Pero sería crucial establecer el origen de estas protestas —respondió Rivarola.
—No sé si sabía que en un estudio realizado en Dakota del Sur se demostró que el 86% de los trabajadores rurales presentaban frentes estrechas y un diámetro mandibular exagerado.
—¿Y eso qué significa, doctor Pritchard? —preguntó Rivarola mientras veía pasar un mozo.
—Que sus características antropométricas coinciden con las de los criminales —escupió Pritchard, lanzando involuntariamente una llovizna de saliva sobre la boca de Rivarola.
—No sabía que en Dakota del Sur existían frentes tan estrechas —observó Rivarola, limpiándose la boca con un pañuelo de seda.
—Es posible que también incida la cuestión climática. El frío no solo contrae los huesos sino también la moral.
—¡Jajaja! Me ha hecho reír, doctor Pritchard. Con su permiso, voy a degustar canapés.
—Adelante doctor Rivarola; pero tenga en cuenta que hablaba en serio…
—Lo sé, doctor Pritchard, lo sé.
El doctor Rivarola se dirigió al otro extremo del salón, donde Eusebio Montserrat —mano derecha del presidente de la Nación— mantenía una animada conversación con el jurista Marcos de Herreraque.
—Si lográsemos erradicar a la oposición, allanaríamos el camino para el progreso definitivo de la Patria.
—Es cierto, Eusebio. Además de La Mandioca, ¿podríamos sumar algún otro grupo de choque?
—Disculpen que interrumpa —dijo el doctor Rivarola algo avergonzado—, pero si alguien puede hacer una contribución a la Patria en ese aspecto, soy yo.
—Desde ya, doctor Rivarola. Cuéntenos qué tiene in pectore —se entusiasmó Eusebio.
—Como sabrán, contamos con el Instituto para la Reforma Mental del Pensamiento Anómalo. Ello supone que podemos conseguir mucho más que un cambio de mentalidad. Podemos hallar la esencia misma del ser argentino. Si encontrásemos las causas orgánicas de nuestra idiosincrasia, la mejora racial sería tan precisa como la selección de toros sementales en los campos bonaerenses.
—¿Y de qué depende? —preguntó intrigado el jurista Marcos de Herreraque.
—De factores que están bien desarrollados en los manuales de psiquiatría y criminología. Miremos a Europa. Sé por un amigo alemán que en Heidelberg y Múnich la eugenesia se está volviendo una cuestión de estado.
—¿La eugenesia? —el jurista de Herreraque miró a Eusebio buscando una explicación.
Rivarola sonrió con soberbia:
—Perdón, a veces olvido que no todos son psiquiatras o neurólogos. La eugenesia es el arte de esculpir el alma de los pueblos. Imagine una Buenos Aires donde nuestros jóvenes, en lugar de hipotecar su herencia biológica en lupanares, cincelasen sus cuerpos hasta convertirlos en altares. En el Instituto de Biología Selectiva de Berlín, un grupo de discípulos de Galton consiguió esterilizar a toda una población de ardillas rojas.
—Podríamos gestionar su venida a través de Cancillería —pensó Eusebio en voz alta.
—Sería providencial que el Instituto contase con cerebros teutones de primer orden. Sus métodos de higiene racial aplicados al criollo provocarían un salto evolutivo en la especie.
—Déjeme conversarlo con el presidente. Tendrá una respuesta pronto —dijo Eusebio, apoyando su mano sobre el hombro de Rivarola.
—Me parece una iniciativa magnífica —acotó el jurista Marcos de Herreraque—. De hecho, tengo contactos en Alemania que podrían contribuir a la paz social.
—¿Contactos?
—Eusebio apuró la copa de champagne.
—En mi último viaje a Bolivia me reuní con el teniente coronel, Ernst Röhm.
—¿Un alemán en La Paz? —se sorprendió Eusebio.
—Antes de viajar a Latinoamérica, comandó las SA, tropas de asalto del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán.
—¿Y qué hace ahora?
—Unos dicen que lo convocaron para terminar con el problema del untermensch andino. Otros, que viajó a Sudamérica porque tuvo un altercado con el jefe político del partido. No quise indagar demasiado…
—Hizo bien —asintió Eusebio sin perder la curiosidad.
—Disculpen que interrumpa —intervino Rivarola algo desaforado—, profesionalizar La Mandioca debería ser prioritario para terminar con el flagelo de la oposición.
—Voy a servirme una copa de champagne —dijo Eusebio para imponer una pausa.
—Adelante —dijo Rivarola sin perder la ansiedad.
En Retik, José. Un mundo distinto, Río Cuarto, Nudista, 2025, pp. 31-37.