Acompañarán al autor Gustavo Ferreyra y Juan Becerra. Interpretación actoral: Analía Couceyro. Música de Axel Krygier.
Miércoles 8 de marzo a las 19:00. Auditorio. Entrada libre y gratuita.
Fragmento:
I – Los ilotas
A la madrugada, en silencio, Bernina armó un pequeño equipaje de mano con lo imprescindible. Mientras sus dos soberanos dormían en un rincón, retiró de un armario a Ungi y se dispuso a abandonar su hogar de adopción. Desde el umbral observó por última vez el escenario de la convivencia. En ese ámbito había pasado el último periodo de su vida. No recordaba un lapso temporal, pero por las variaciones de su propio cuerpo, por la profundidad de sus caprichos y por el derrame y la contaminación interior de las voces, sabía que había transcurrido quizás demasiado: el equivalente a una infancia, pero elevada y abstraída en la alquimia de la madurez.
Transitó calles desiertas. La luz susurrada del amanecer, la naturaleza inmóvil y como empedrada en las formas más bajas, emparejaba la extensión de fachadas y cuerpos recostados en banquinas de tierra roja.
En cuánto el sol despuntara y el tendal de cuerpos resurgiera e imantara el horizonte en una aleación de movimientos acéfalos, ella quedaría reducida y expuesta a cualquier depredación sensual. Cualquier provocación o falta de tacto delataría su travesura. Lo sabía y ya combinaba en la cabeza todo tipo de precauciones.
Poco después algunos ilotas fueron incorporándose e identificando su presencia con un brillo sobreexpuesto, como si sorbieran las imágenes y las compactaran en el universo diferido de las cosas deseadas. Bernina se sintió irreal. Ignoraba la naturaleza de su propia culpa y por prudencia, para no alentar persecuciones, se desvió. Casi no se detuvo a estudiar esas caras parpadeantes y amoratadas que intentaban comprender en la comisura del sueño el soplo totémico de la aparición.
Como prefería evitar el despertar inconmensurable de tantos ilotas, fue aproximándose a una zona muerta, a un intervalo virtual de la ciudad. Ahí la cantidad de cuerpos disminuía. En general eran niños desnudos yabroquelados unos a otros. Algunos estaban despiertos y reptaban hacia ella para olerle los pies e incorporarla a una futura emulsión onírica. Refunfuñaban y se rascaban, pero no colegían de una mujer un universo de riesgos lógicos. Veían en ella una cosa originaria, una muñeca orgánica y ambulante, pero con el detalle inquietante de otro olor, otro origen. [...]
El autor: Oliverio Coelho nació en Buenos Aires en 1977. Publicó la nouvelle La víctima y los sueños (2002), y las novelas Tierra de vigilia (2000), Los invertebrables (2003) y Borneo (2004). Ha colaborado en distintos medios, entre ellos, La Nación y Perfil. Promesas naturales es el último libro de la trilogía futurista iniciada con Los invertebrables y Borneo.
Blog del autor: Conejillo de indias
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